La Palabra de Dios que nos ilumina Mateo 5, 1 - 16
Si la sal da sabor, y hace referencia a la sabiduría, la sal desvirtuada hace referencia a la necedad de los discípulos. Necio es el que ha perdido el sentido vivo de la fe; el cristiano sin sentido de su vocación y misión, el discípulo y la comunidad que han perdido su capacidad de ser fermento. La sal sosa se refiere a un cristianismo desapercibido e insignificante para el mundo; que ha dejado de lado su condición de ser señal de contradicción, para adoptar una postura de asimilación acrítica de la cultura dominante, o de cómoda complicidad con el espíritu del mundo.
<<Una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados... Es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad>>
Reflexión: Estás imágenes de la Sagrada Escritura (Sal y Luz), nos darán las luces, los caminos y criterios que estamos llamados a trabajar en la vivencia de nuestra vocación y misión como Iglesia Particular, al servicio del Reino de Dios presente en nuestra ciudad-región.
Asimiladas en toda su riqueza, ellas nos guiarán en nuestra conversión personal, colectiva y pastoral, con el fin de superar los procesos de evangelización superficiales, desvirtuados, sin luz, y nos llevarán así a aprender a evangelizar <<no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces, la cultura y las culturas del ser humano>> (Pablo VI, El Anuncio del Evangelio, 20)